lunes, 16 de enero de 2012

los siete saberes de la educacion

La educación tanto en el pasado como en nuestros días se ha enfrentado a dos grandes problemas que son: el error y la ilusión, los cuales no se deben subestimar, ya que ambos perjudican el conocimiento y parasitan la mente humana desde la aparición del homo sapiens.
En consecuencia, la educación debe mostrar que no hay conocimiento que no esté, en algún grado, amenazado por el error y por la ilusión. El conocimiento permanece ciego ante lo que es el conocimiento humano, sus disposiciones, sus imperfecciones, sus dificultades, sus tendencias tanto al error como a la ilusión y no se preocupe en absoluto por hacer conocer lo que es conocer.
Así mismo, es necesario introducir y desarrollar en la educación el estudio de las características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano, de sus procesos y modalidades, de las disposiciones tanto síquicas como culturales que permitan arriesgar el error y la ilusión.
Ya que, todo conocimiento conlleva el riesgo del error y de la ilusión. La educación del futuro debe contar siempre con esa posibilidad. El conocimiento humano es frágil y está expuesto a alucinaciones, a errores de percepción o de juicio, a perturbaciones y ruidos, a la influencia distorsionadora de los afectos, al imprinting de la propia cultura, al conformismo, a la selección meramente sociológica de nuestras ideas, entre otros…
Por consiguiente, la primera e ineludible tarea de la educación es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento. Debemos enseñar a evitar la doble enajenación: la de nuestra mente por sus ideas y la de las propias ideas por nuestra mente. La búsqueda de la verdad exige reflexibilidad, crítica y corrección de errores. Pero, además, necesitamos una cierta convivencialidad con nuestras ideas y con nuestros mitos. El primer objetivo de la educación del futuro será dotar a los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del conocimiento y, al mismo tiempo, enseñarles a convivir con sus ideas, sin ser destruidos por ellas.
Por ello, se cuestiona la educación en razón de que no ha proyectado sus instrumentos persuasivos en motivar a las personas a conocer “que es conocer”, es decir, la persona va comprendiendo la vida y sus relaciones como producto de ideas vagas y superficiales, no atendiendo a interpretar la realidad por sí misma. Es necesario desarrollar un estudio de las características biológicas y humanas de los procesos mentales del hombre para ver el entorno y sus relaciones con certeza y no con ilusiones
Del mismo modo, el conocimiento no puede ser filosofía del mañana; pues no existe conocimiento acabado que garantice la disolución del error y de la ilusión. Por el contrario, el conocimiento humano seguirá estando expuesto a las vibraciones de las alucinaciones sociales y personales; es así como no existe ciencia, que dejando de lado la afectividad, pueda comprometerse objetivamente con su eliminación definitiva.
Lo anterior, lleva a reflexionar al filosofo francés en cuál ha de ser el tipo de educación que nos cure de la ceguera de un conocimiento que sólo pretenda la racionalización; pues es cierto que el odio, la amistad o el amor pueden enceguecernos, y quizás pensemos que una ciencia objetiva sea la única salida, pero también es cierto, que el desarrollo de la inteligencia es inseparable del de la afectividad.
Por otra parte, nuestra memoria misma está sujeta a numerosas fuentes de error. Una memoria no regenerada con la remembranza tiende a degradarse. Nuestros sistemas de ideas (teorías, doctrinas, ideologías) no sólo están sujetos al error sino que también protegen los errores e ilusiones que están inscritos en ellos. Lo que permite la distinción entre vigilia y sueño, imaginario y real, subjetivo y objetivo, es la actividad racional de la mente que apela al control del entorno (resistencia física del medio al deseo y al imaginario), al control de la práctica (actividad verificadora), al control de la cultura (referencia al saber común), al control del prójimo.
En cuanto a, la racionalidad es el mejor guardafuegos contra el error y la ilusión, mientras que la racionalización es cerrada, la racionalidad es abierta. La verdadera racionalidad conoce las limitaciones de la lógica. Empezamos a ser verdaderamente racionales cuando reconocemos la racionalización incluida en nuestra racionalidad y cuando reconocemos nuestros propios mitos, entre ellos el mito de nuestra razón todopoderosa y la del progreso garantizado”. La racionalidad se reconoce insuficiente y es autocrítica.
Del mismo modo, el poder imperativo y prohibitivo del conjunto de paradigmas, creencias oficiales, doctrinas reinantes y verdades establecidas, determina los estereotipos cognitivos, las ideas establecidas sin examen, las creencias estúpidas y no discutidas, los absurdos dominantes, el rechazo de evidencias en nombre de la evidencia y él hace que reinen bajo los cielos los conformismos cognitivos e intelectual. El mito y la ideología destruyen y devoran los hechos. Las ideas no sólo son productos de la mente, sino que también son seres mentales con vida y poder. Sin embargo, son las ideas las que nos permiten concebir las carencias.
Por otra parte, el conocimiento del conocimiento debe presentarse para la educación como un principio y una necesidad permanente. Debemos comprender que, en la búsqueda de la verdad, las actividades auto observadoras deber ser inseparables de las actividades observadoras, la autocrítica inseparable de la crítica, el proceso reflexivo inseparable del proceso de objetivización”. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, es por ellos que el error y la ilusión acompañan los procesos de conocimiento. El único instrumento para su identificación es la racionalidad: señalar las verdades establecidas, con forma de ideología, teoría, paradigma... y prevenir la racionalización, mediante una continua autocrítica y una actitud abierta.
En conclusión, si la primera tarea es la de enseñar un conocimiento que forme a la humanidad para criticar el conocimiento; el primer objetivo de la educación del futuro será apropiar a cada uno de los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del mismo, en un escenario social de flexibilidad, crítica y, sobre todo, de convivencialidad ideológica.

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